10 jun 2010

Innegable dolor
intenso
extenso
como el mar
como el aire
respiro dolor
agujero negro en el pecho
Para que mostrarme fuerte
Que yo puedo
Que tengo que aprender
Que lo tengo que transitar



(terrible saber que el amor esta intacto
pero que ahora no)

3 jun 2010

La casa abandonada ahora esta en silencio, nada se mueve dentro de ella, ni sombras le quedaron. La casa abandonada amada por el grillo, el grillo quiere estar ahí, en la casa, pero no tiene a quien cantarle, ni las sombras porque no hay. La casa abandonada amada por el grillo y la enredadera de jazmines que no llego a crecer. La enredadera hubiera cobijado la casa, le hubiera dado calor, luz y olor a jazmín desde la primavera hasta el otoño. La casa abandonada amada por el grillo y la enredadera que no llego a crecer, amada por mí. Ay! Como amaba esa casa. Me gustaba pasearme desnuda, tomar mate, tomar sol acariciando a mi gata, leer y escribir desnudamente sola en esa casa: la casa abandonada amada por el grillo y la enredadera que no llego a crecer, amada por mí y por él. Él también amaba pasearse desnudo. Llegar tarde y que yo estuviera ahí, esperándolo con la comida echa, y charlar de lo que nos paso ese día, y quizás después fumar un poco, bañarnos, acostarnos y ser juntos. Ay! la casa abandonada amada por el grillo y la enredadera que no llego a crecer, amada por mí y por él, que también nos amábamos. Con desesperación de amarnos todo lo posible y lo imposible también. Nos amábamos en el amor imposible que éramos. Y nos amábamos sobre todo en la oscuridad. En las noches de invierno negro. En la salida de emergencias de la casa de mis papas. En una ruta por la que nadie pasa y en una noche en donde no hay estrellas en el cielo.
La casa abandonada amada por el grillo y la enredadera que no llego a crecer. Amada por mí y por él que también nos amábamos. La casa quedo ahí sola con las ilusiones de lo que hubiera podido ser: quizás tener hijos, hacer fiestas y horas del té para invitar a los amigos que no la conocían, y horas del té donde no se tomara nada porque nos dormimos una siesta y nos despertamos haciendo el amor. La casa quedo ahí, sola, con las ilusiones de lo que hubiera podido ser, y con las certezas de lo que no fue. No fue una casa en la que hiciéramos tertulias, ni obras de teatro, ni recitales. Tampoco fue una casa de gritos y peleas, ni una casa de asuntos pendientes. La casa quedo ahí, sola, con las ilusiones de lo que hubiera podido ser y con las certezas de lo que no fue. Quedo ahí, impregnada de olores a comida, que nunca carne, a sahumerios, esos que nos gustaban, los chiquititos, que comprábamos en el barrio chino, que salían carísimos, pero que olían a sándalo como si se estuviera debajo del árbol. Olor a sexo, a veces el olor era suave y limpio; y a veces sucio, embadurnado de días y vidas, de gritos, amor e ilusiones. Del olor a mi gata y sus pelos que dejaba en la ropa. Del olor a ropa limpia, recién lavada, recién secada al sol. Del olor a mi y a él que éramos uno.
La casa abandonada amada por el grillo y la enredadera que no llego a crecer. Amada por mí y por él que también nos amábamos. La casa quedo ahí, sola, con las ilusiones de todo lo que hubiera podido ser. Llena de olor a mí y a él que éramos uno.