25 abr 2010

Sola en la calle estoy. Miedo de verlo. Espero. Pienso en otra cosa. Llega. La ley de Murphy. Nos quedamos mirandonos. Que no me toque, pienso. El es sus manos. Me acaricia la cara. Ay sus dedos. Son dedos largos de pianista, dedos largos. Son hermosos. Pero no son manos que sirvan para entre abrir las sombras. Mi sombra. Y para que sirven esas manos si no pueden entreabrirme. Abrirme: sacar mis secretos a la luz. Las sombras tambien tenemos secretos. Pero sus manos no me pueden entreabrir.

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