27 feb 2010

anibal

Bueno, la primer escena soy yo sentada en el escalón de la entrada de una casa. Es de madrugada y estoy vestida con una pollera naranja, azul y blanca, y un strapless negro o blanco, no me acuerdo, supongo que blanco, porque combina mejor, y siempre, aún de chica, fui muy perfeccionista. Entonces estoy ahí sentada con el maquillaje un poco corrido. Tengo la mirada perdida. No estoy pensando en nada. La tarde anterior a esa noche fue extraña. Me dolía mucho la cabeza, a mí nunca me duele la cabeza, pero esa tarde me dolía mucho. Era un sábado quince de enero. Era un sábado quince de enero hace exactamente diez años. Era verano y con mis amigas no teníamos nada que hacer. Salíamos a donde fuera, todas las noches. Queríamos conocer el mundo. Estábamos continuamente buscando, ¿buscando qué? No sabíamos. Entonces que va que a mí me dolia la cabeza, estábamos en la casa de mi amiga Euge y habíamos quedado en salir a bailar con todas mis amigas. Que va que a mí me dolía intensamente, muy intesamente la cabeza, entonces Euge me da una aspirina. Ahí se me empieza a pasar el dolor. Comemos, supongo pizza, no me acuerdo bien, pero supongo pizza, porque en la casa de Euge todos los sábados a la noche comían pizza. Y nos empezamos a arreglar para salir. Ibamos a ir a “La Diabla” un boliche que quedaba cerca de nuestras casas. Me olvidé de decir que yo vivía a la vuelta de la casa de Euge. Y no va que llegamos al boliche, esperamos a nuestras amigas. Llegan. Hacemos la cola y entramos, siempre con miedo porque cabía la posibilidad de que no nos dejaran entrar porque éramos menores. Y ahí estábamos bailando en “La Diabla”. Estábamos Euge, Flor, Sonia, Ale y una amiga de Ale. A mí me pasaba que nunca entedí lo de los boliches, lo de ir a laventarse gente, lo de tranzar; me daba una sensación de oscuridad horrible. Y como no me animaba a bailar porque ene esa época creía que había una manera de bailar, me aburría pronto. Ese sábado tuve de nuevo esas sensaciones, pero estaban intensificadas. No sabía por qué todo me sonaba violento, no quería estar ahí. Entonces les avisé a mis amigas que las esperaba afuera. Yo a los dieciseís años todavía pensaba en grupo, no se me ocurría que tenía la posibilidad de irme sola a mi casa. Y no va que no más me senté ahí, en el escalón de la entrada de una casa a metros del boliche. Un poco con miedo, un poco sola. Tenía la mirada perdida, no pensaba en nada. No sé cuantas horas permanecí así. Lo que sé es que llegó el momento en que mis amigas salieron. Y nos fuimos. Yo fui a mi casa con Ale y la amiga de Ale. Hice un té, cerré la puerta de la cocina para no despertar a nadie. Tomamos el té con galletitas, en la casa de mis papás siempre había cosas dulces, y charlamos. De pronto ya amanecía, nosotras hablábamos de la vida, de lo que nos gustaría ser, del amor... Estábamos las tres ahí, en la cocina de la casa de mis papás con la puerta cerrada, tomando un té, hablándo, cuando sonó el teléfono. Me pareció muy raro que sonara el teléfono a las seis y media de la mañana. Me paré, atendí, era el primo de mi mamá, me pedía por ella; no alcancé a darme vuelta para ir a buscarla, que ya estaba a mi lado, me había sacado el auricular y estaba hablando. No sólo estaba ella, también mi papá, mi hermano Cris, mi hermanito Mati y mi abuelo que llegó último porque caminaba lento. Yo pregunté: ¿qué pasa?¿que pasa? Y mi papá: Anibal se mató. Anibal era mi tío y se había estrellado con su auto el sábado quince de enero a la tarde.

1 comentario:

Unknown dijo...

Guau, me acuerdo cuándo nos contaste esto. Impresiona.