11 jul 2010

Era la hora de la siesta. Era una linda tarde de sol. Salí a caminar. Mi barrio, todavía, es barrio. No lo invadieron torres monstruosas, ni rascacielos, ni shoppings, ni propagandas. Hacía frío. Yo fumaba y miraba las casa. Me gusta mucho mirar casas (debe ser porque mis papás son arquitectos). Los vi. En la puerta de una casa antigua. Humilde. Estaban ahí sentados. Como si el tiempo no hubiera pasado. Como si las cosas no hubieran cambiado.Estaban ahí, los dos, viejecitos, tomando el fresco. No hablaban. Parecía que nunca hubieran hablado entre ellos. Tenían la mirada perdida. Tomaban el fresco. Y me dí cuenta: yo también estaba sola.

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